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Autocontrol: el Santo Grial de la educación

Una de las actitudes más estresantes a la que puede enfrentarse un educador es cuando un alumno pierde el control dentro del salón de clases en forma de gritos, movimientos como correr o pegándole a sus compañeros.

El Autocontrol del niño es una habilidad clave para su comportamiento tanto dentro como fuera del aula. 

La neurocientífica norteamericana Adele Diamond nos explica que la mayoría de los niños de corta edad de hoy en día están rezagados en sus funciones ejecutivas en comparación con las generaciones pasadas.

Las funciones ejecutivas son destrezas cognitivas que dependen del córtex prefrontal y comprenden tres actividades fundamentales: control inhibidor (autocontrol), memoria de trabajo (atención) y flexibilidad cognitiva (pensamiento flexible).

El control inhibidor o autocontrol es la habilidad para resistir a la tentación de hacer una cosa y en cambio hacer lo más necesitado o apropiado. Por ejemplo, continuar una tarea a pesar de una falla inicial, del aburrimiento o las distracciones. O contenerse de decir algo inapropiado, golpear a alguien para vengarse o tomar el juguete de otro niño.

De acuerdo a Diamond, las escuelas necesitan impartir más actividad física y artística porque éstas ayudan a construir las funciones ejecutivas.

Es una idea obsoleta pensar que si los niños se divierten y son felices no están trabajando seriamente. ¡Se puede disfrutar y aprender a la vez!

La científica asegura que luego de la actividad física, los alumnos están más tranquilos. Pone como ejemplo que en las escuelas que dedican más tiempo a la actividad física y las artes, los alumnos sacan mejores resultados académicos que los que sólo hacen actividades curriculares.

¿Por qué el Autocontrol es importante en los niños?

Ahora bien, ¿por qué el autocontrol es un valor importante en los niños?

A finales de 1960 el psicólogo Walter Mischel de la Universidad de Stanford desarrolló un interesante experimento que demostró la importancia de esta habilidad, el llamado Test del Marshmallow.

Niños de cuatro años fueron colocados en una habitación en donde se encontraba una mesa en la que había un malvavisco y una campana.

El psicólogo que dirigía el experimento les dijo que tenía que salir de la habitación durante unos minutos, pero que si lograban resistir la tentación y no comerse la golosina, cuando regresara les daría dos malvaviscos en vez de uno.

Les explicó que podían tocar la campana para que regresara, pero si lo hacían sólo podrían comer el malvavisco que estaba sobre la mesa. Los niños comprendieron que si tenían paciencia y reprimían sus impulsos, la recompensa sería mayor.

Los resultados fueron los siguientes: un tercio de los niños comieron la golosina de inmediato y otro tercio esperó un poco antes de sonar la campana. El grupo restante de niños esperó pacientemente para obtener la recompensa más grande.

Pasaron diez años y el psicólogo contactó a los padres de los niños que participaron en el experimento. El doctor comprobó que los niños más autocontrolados se habían convertido en adolescentes independientes, motivados y capaces de afrontar las dificultades. En cambio, los niños que se rindieron rápidamente y cedieron a sus impulsos se convirtieron en adolescentes con menos tolerancia a la frustración, más desorganizados y con una motivación predominantemente extrínseca.

El experimento del marshmallow ha sido replicado numerosas veces y ha demostrado que el autocontrol se crea a edades muy tempranas. Es parte de la personalidad y de la forma en que respondemos a los retos de la vida.

Pero los niños no están condenados al descontrol, sino que es posible ayudarlos a gestionar sus emociones de forma efectiva.

Los educadores pueden desarrollar con sus alumnos juegos de simulación social, en donde cada uno interprete un papel (bombero, policía, médico, etc.), teniendo que prestar atención a su propio papel y el de los otros. Este tipo de juego les enseña a mantenerse dentro de su personaje (autocontrol) y a ajustarse a las vueltas de la trama (flexibilidad cognitiva).

Otras ideas que pueden emplear los docentes son:

  • Rueda de opciones para el control de la ira: Construir una rueda de cartulina y dividirla en rebanadas, en cada porción dibujar o pegar una imagen con opciones dadas por el propio niño. Por ejemplo, expresar en palabras cómo se siente, saltar, contar hasta diez, cerrar los ojos, estar unos minutos a solas, etc.
  • Lugar especial: Disponer de un rincón del aula en donde el niño pueda calmarse cuando esté alterado. Este espacio debe contener elementos como libros, plantas, juguetes, hojas para colorear, plastilina, etc. para enfocar la atención del niño en algo bueno.
  • Agua o arena: Poner a los niños en contacto con elementos de la naturaleza como agua o arena para distraerlos y calmarlos. Puede ser una pequeña cubeta con agua para lavar sus manitas o tener un cajoncito con arena con rastrillos o paletas que lo inviten a jugar.

 

Existen muchas otras ideas que puedes poner en práctica, lo importante es tener creatividad para involucrar a los niños en actividades que los pongan a pensar y capten su atención, enfocando sus energías en algo positivo y que poco a poco desarrollen sus habilidades de autocontrol.

Benja Faivovich

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